
TEGUCIGALPA, HONDURAS
Hondureños que tomaron la determinación de salir del país rumbo a Estados Unidos, describen el calvario que vivieron durante el trascurso de su viaje.
“Mami te van a crecer las piernas me dijo mi hijo de seis años al verme de este modo”, relató Mary Salgado, quien se vio obligada a dejar sus hijos por la ilusión de mejorar su calidad de vida, sin embargo su decisión la llevó a un destino inimaginable.
“Lo decidí por mi situación económica, soy madre soltera con cinco hijos, las oportunidades acá son pocas, quería construirles una casa a mis niños”, detalló.
En su desesperación salió de Tegucigalpa un cinco de enero de 2007, hacia México allí fue víctima de trata de personas, hasta que logró escapar, fue entonces que tomó el tren denominado la bestia.
“Me subí al tren y nos dijeron que había un retén, teníamos que bajarnos, entonces cuando observé que todos comenzaron a tirarse, yo tuve que hacerlo, fue cuando me deslicé”.
Prosiguió que “nunca imaginé que el tren me hubiera mutilado las piernas, no perdí el conocimiento, yo quería levantarme pero no podía, no sentía dolor solo debilidad en mi cuerpo, quería correr porque no quería que migración me aprendiera”, puntualizó.
Tras la tragedia Mary subsiste con la venta de chicles, frutas, y bisutería ya que tiene que mantener a sus hijos, en sus circunstancias recomendó a los hondureños que piensen mejor las cosas antes de tomar decisiones y al gobierno que tenga estrategias de prevención para frenar la migración.
“Es mejor pensarlo bien, acá también se puede salir adelante. Sería bueno que el sobierno formara alianzas donde se profundizará más el caso del porqué la gente está migrando tanto”.
La misma historia vivió José Sánchez, quien emigró con el propósito de mejorar su vida y la de su familia.
“En mi caso fui empujado por accidente, caí debajo del tren, estuve en coma siete días hasta después me di cuenta que había perdido mis dos piernas, luego del incidente llegué al país por mis propios medios”.
Debido a una dificultad en su rodilla, los doctores le dijeron que no podía trabajar y requiere de una costosa operación que no puede costear ya que sólo cuenta con el apoyo de su familia.
“El doctor me prohibió trabajar, porque tengo un problema en la rodilla, requiero de una prótesis mecánica que cuesta 60 mil lempiras y toda la operación cuesta 130 mil y no cuento con esos recursos y la organización en la estoy tampoco”.
Luego de la traumática experiencia José da gracias Dios por su vida, y su propósito es visibilizar los casos de muchos emigrantes hondureños.
“Siempre que voy a una reunión escucho la misma frase, de que el Gobierno no se da cuenta de que los emigrantes existimos, los emigrantes no solo somos los que tenemos incapacidad somos todos los que generan ingresos a nuestro país”.