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jueves, abril 25, 2024
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12.000 árboles en siete años: el secreto de unos jóvenes en El Salvador para salvar un cerro histórico

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El cerro Tecana, que lucha por sobrevivir en medio de las amenazas del fuego y la tala ilegal, cuenta con una aliada que está dedicada a sembrar árboles para reforestar el bosque y, principalmente, para sembrar un cambio duradero en la comunidad que sea ejemplo para El Salvador y más allá de sus fronteras.

Se llama Gabriela Gavarrete y tiene apenas 26 años. «Desde pequeña siempre quise estudiar la naturaleza. Estudié Biología, y durante mi carrera siempre sentí la necesidad de hacer proyectos para poder conservar la biodiversidad», manifestó.

Puso sus energías en el Tecana, un emblema cultural e histórico de Santa Ana, al que todos y cada uno de sus pobladores pueden reconocer por la cruz ubicada en su punto más alto. El Tecana tiene una doble importancia, explica: por un lado «es un lugar de recarga hídrica», al que llega el agua que sostiene la vida en la ciudad, y por otro lado, conectado a una cadena de cerros que rodean a Santa Ana, se trata de un hábitat y corredor de paso de muchas especies.

Y el Tecana está amenazado. Los incendios forestales y la tala de árboles, que se hace con el objetivo de expandir los cultivos en la zona, han diezmado el cerro y puesto en peligro los recursos vitales que provee.

Frente a esta realidad Gavarrete propuso una solución. Se llama «Suma un bosque», y tiene como objetivo la restauración a través de un proceso de reforestación con árboles nativos en el que participe la propia comunidad. La bióloga fue reconocida por Global Landcape Forum, una organización que trabaja en la restauración de ecosistemas y que premia a seis jóvenes de todo el mundo comprometidos con esta causa.

El objetivo de «Suma un Bosque» es integrar a la comunidad local en la iniciativa de reforestación.

¿Por qué su proyecto es tan especial? Gavarete explica que el trabajo de restauración de ecosistemas implica aplicar conocimientos técnicos y en eso se enfocan muchas iniciativas. «Pero enfocarse solamente en el trabajo de restauración a veces no da los mismos frutos que enfocarse a trabajar también de la mano con la comunidad», dice, y esto es lo que hace a su proyecto especial: busca brindar recursos a la comunidad para que ellos se apropien del proceso.

El poder de los jóvenes: convertir el ‘no’ en motivación

Para reforestar el cerro Tecana, Gavarrete se puso en contacto con otro joven con quien ya había compartido horas de trabajo y que se encontraba impulsando las mismas acciones en el cerro hace siete años: Caleb Palilla. Él, junto a un puñado de amigos, creó en 2015 la organización «Un Pulmón más», que trabaja en la conservación de ecosistemas y que ya tenía una larga historia en Santa Ana.

De hecho, en siete años, sumando las dos iniciativas, en el cerro y las lomas que están alrededor se han plantado 12.000 árboles.

«Nuestra organización trabaja solo con jóvenes porque los jóvenes son esas personas que al decirle que no se les impulsa a que puedan generar cambios, a que puedan generar ese cambio en nuestro planeta q se necesita para poder garantizar el futuro», explica. «Mantenemos el ideal de poder crear un futuro mejor para el futuro cercano y lejano».

El vivero, una pieza clave de Suma un Bosque

El proyecto trabaja en la construcción de un vivero comunitario sobre el terreno que recibirá los árboles donados y en el que se podrán sembrar ejemplares a partir de las semillas recolectadas en el bosque.

En la construcción del vivero trabajan integrantes de la comunidad, voluntarios, grupos de universidades e incluso de empresas interesadas en el proyecto.

Mano a la obra: el paso a paso de una reforestación exitosa

El proceso para hacer una reforestación exitosa en el cerro comienza mucho antes de cavar los hoyos para plantar los árboles y termina, como mínimo, tres años después.

Es necesario, primero, contar con un listado de los árboles nativos que se pueden plantar en el cerro, que se arma con ayuda de expertos, explicó Gavarrete. Además, se toman muestras de los suelos para analizar la adaptabilidad de las especies a plantear.

Luego toca poner el operativo en marcha: comunicar el proyecto, conseguir las donaciones, convocar a los voluntarios y finalmente llegar al terreno con ellos.

Entonces se cavan los hoyos y se plantan los árboles, utilizando estacas para que tengan una guía que los acompañe en el crecimiento, que depende de la pendiente del lugar. En esa instancia usan fertilizantes orgánicos. Además, si hay ganado cerca, es necesario cercar los lugares.

El trabajo no acaba allí: luego hay que hacer un mantenimiento que es de tres años como mínimo, explica la bióloga. Esto implica visitar de manera sistemática los árboles plantados, echarles agua si es necesario, constatar que todo va bien y, si es necesario, reemplazar ejemplares.

Sus esperanzas están puestas en un mejor futuro, que están labrando con sus propias manos en el presente.

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