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domingo, noviembre 24, 2024
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“Jamás una dictadura o un gobierno incapaz tuvo el respaldo de las mayorías”: Olban Valladares

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TEGUCIGALPA, HONDURAS.

A través de una carta abierta, el analista político y excandidato presidencial Olban Valladares señala una “caída estrepitosa” de la popularidad del gobierno de Xiomara Castro, además asegura que estamos inmersos en “una crisis profunda”

Valladares, publicó una carta abierta en sus redes sociales durante las últimas horas, en la misma criticó fuertemente al Gobierno de Honduras encabezado por la presidenta Xiomara Castro.

En una parte de la misiva el exmiembro fundador del Partido Innovación y Unidad Social Demócrata (Pinu), aseguró que “En la historia del mundo, jamás una dictadura o un gobierno desubicado e incapaz, tuvo el respaldo de las grandes mayorías”.

Además, en otra parte del escrito, ilustró que, en la historia contemporánea de Honduras, “nunca un grupo minúsculo de aprendices de políticos asumió el poder de la nación provocando por su inexperiencia, su sectarismo y su soberbia el descalabro total que sufrimos”.

Expresó que como hondureño está sufriendo del deterioro, daño y desprestigio del país por la cantidad de “metidas de extremidades” que suceden cada 24 horas y hunden más a Honduras en los escalones más bajos del desarrollo humano.

Aquí la Carta abierta íntegra de Olban Valladares:

Tiranía de la minoría

No soy de los que se satisfacen con la caída estrepitosa de la popularidad, la confianza y la esperanza que, en su momento, el pueblo hondureño depositó en un nuevo régimen que borrara, de las páginas de nuestra historia, el oprobioso recuerdo del régimen dictatorial de Juan Orlando. No me satisface, no porque milite en LIBRE, haya botado por Xiomara o esté esperando algún favor, chamba, pasajitos a Orlando o canonjías de esas que se reciben aún sin ser funcionario o empleado público; sencillamente, sufro como hondureño, biennacido, del deterioro, del daño y del desprestigio de nuestra amada Honduras por la cantidad de metidas de extremidades que se suceden cada 24 horas y que hunden, irremediablemente, a nuestro país en los escalones más bajos del desarrollo humano.

Con más de 70 años, con conciencia plena del acontecer político nacional y, con más de 50, como actor en los esfuerzos de un grupo de ciudadanos por construir una nueva Honduras que ofrezca a todos sus habitantes y repito, a TODOS, los beneficios que brinda la democracia plena en el campo político, económico, social y cultural, creo tener la suficiente experiencia y catadura moral para manifestar mi preocupación por la crisis que estamos viviendo.

Quien niegue, como Pedro a Cristo, que estamos inmersos en una crisis profunda, manifestada por medio de la zozobra cotidiana con la que vive el pueblo hondureño, o vive en otro planeta o sencillamente la borrachera que provoca el poder no merecido, es tan intensa que nubla los sentidos de los gobernantes. Nunca, en la Honduras contemporánea, un grupo minúsculo de aprendices de políticos asumió el poder de la nación provocando por su inexperiencia, su sectarismo y su soberbia el descalabro total que sufrimos.

En la historia del mundo, jamás una dictadura o un gobierno desubicado e incapaz, tuvo el respaldo de las grandes mayorías. Estos grupos tiránicos impusieron su poder agenciándose el favor nada ético de grupitos de cúpulas entre los que se han encontrado, obviamente, algunos sectores de la Fuerza Armada, de los grandes comerciantes y entre otros, los dueños de capitales beneficiarios de ese ejercicio irregular y, a todas luces, despreciado del poder.

Por eso duele, duele hasta los huesos, ver que un pueblo entero que merece mucho más, esté sufriendo como lo hacen millones de hondureños. Los costos de vida, por la falta de políticas sensatas que estimulen nuestra producción agrícola; la pérdida de la seguridad ciudadana, por la falta de visión integral del problema en sus causas y efectos; la migración indetenible; el irrespeto a la Constitución y las leyes, particularmente, por los gobernantes, la pérdida de nuestros valores más sensibles, el irrespeto a nuestros símbolos, la entrega inmisericorde de nuestro futuro a ideologías extrañas y, en fin, la pérdida de nuestros valores morales, cívicos, patrióticos y culturales nos hacen gritar a todo pulmón, “¡BASTA YA!”.

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