Por Adriano Bolchini, Especialista en Trabajo Infantil, División de Transformación Rural e Igualdad de Género de la FAO, sede/Roma.
De acuerdo con las estimaciones de la División de Población de las Naciones Unidas, el 15% de la población mundial de personas migrantes se encuentra en América Latina y el Caribe (40,5 millones de personas). La migración da la oportunidad para transformar vidas y puede contribuir al desarrollo de los países de origen y de destino.
Sin embargo, la migración rural puede tener impactos tanto positivos como negativos para los migrantes y sus familias.
En aquellos países que están mayormente afectados por el fenómeno migratorio, se ve un aumento del trabajo infantil en la agricultura.
En el Día Internacional del Migrante, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) promueve la migración segura y regular y la urgencia de proteger los derechos de todos los trabajadores y niños, niñas y adolescentes de familias migrantes.
Según datos CEPAL, entre estos países, Guatemala, Honduras y El Salvador vieron los flujos migratorios intensificarse más que en toda la región. Además de este incremento, en los últimos años cambió la composición de los flujos migratorios en los tres países: menos hombres solos, más mujeres, niños, niñas y adolescentes que acompañan a sus familias o que migran desacompañados.
El estudio subregional de la FAO “Las causas estructurales del trabajo infantil en la agricultura en El Salvador, Guatemala y Honduras”, de 2022, destaca la migración de menores en los tres países como causa y consecuencia del trabajo infantil en la agricultura.
En los tres países del corredor seco la mayor parte del trabajo infantil se concentra en el sector agrícola, cuyos ciclos determinan la migración estacional. En el área, niñas, niños y adolescentes migran en tres maneras: con sus familias de manera estacional durante temporadas de cosecha, con sus familias transitando en los países del corredor seco o no acompañados. Los destinos principales son Estados Unidos y México.
Una niña o niño migrante entre 14 y 17 años de zonas rurales, con ingresos bajos, de hogares con miembros ausentes y víctima de violencia o intimidación. Este es el perfil promedio de la niñez migrante en Guatemala, Honduras y El Salvador, según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El estudio confirma la relación entre la migración de menores de los tres países y su involucramiento en trabajo infantil, y en particular en trabajo adolescente peligroso.
Estas niñas y niños migran por razones de pobreza rural, inseguridad alimentaria, falta de oportunidades educativas, búsqueda de oportunidades laborales o de reunificación familiar, elevados niveles de violencia y desastres naturales.
Por otro lado, durante y después de las rutas migratorias impulsadas por estos factores, la niñez puede incurrir en violencia, maltrato, trabajo informal y peligroso, falta de servicios básicos, abandono escolar y mayor índice de mortalidad. Este traslape entre los factores impulsores y las consecuencias de la migración muestran una niñez desprotegida a lo largo de todo el flujo migratorio.
La FAO sostiene que es urgente proteger a la niñez migrante que a menudo está a riesgo de trabajo infantil en la agricultura.
En Honduras la FAO, junto a la OIT, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Centro Internacional del Comercio, está implementando el proyecto CLEAR Supply Chains “Poner fin al trabajo infantil en las cadenas de suministro”, financiado por la Unión Europea.
En este proyecto, la FAO está apoyando el fortalecimiento de los medios de vida y la resiliencia climática de los pequeños caficultores y sus familias para reducir su dependencia del trabajo infantil. A través del piloto de Escuelas de campo y de vida para jóvenes agricultores, la FAO capacita a adolescentes rurales de 14 a 17 años vulnerables sobre prácticas agrícolas de adaptación al cambio climático, facilitando su transición escuela-trabajo y proporcionando una alternativa a la migración por necesidad.
Es crucial ampliar este apoyo a todos los países afectados por el trabajo infantil en la agricultura y la emigración de jóvenes rurales a gran escala. Para revertir este círculo vicioso, el estudio de la FAO de 2022 recomienda generar más evidencia sobre este nexo, brindar oportunidades de formación y trabajo decente a los jóvenes de 14 a 17 años, apoyar los medios de vida de sus familias, fortalecer las capacidades institucionales sobre trabajo infantil en la agricultura y su enlace con la migración y apoyar el sector privado a cumplir con normas de debida diligencia a lo largo de la cadena de valor agroalimentaria.
Todo esto, incorporando una perspectiva de género y de igualdad étnica-racial. Solo de esta manera será posible hacer la migración una opción y no una necesidad, progresando hacia sistemas agroalimentarios sostenibles y libres de trabajo infantil.