El líder religioso exige respetar la Constitución y alerta que ignorarla sería “matar al país”
TEGUCIGALPA, HONDURAS.
En una homilía cargada de críticas al rumbo que lleva el país, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga cuestionó este domingo la dura realidad que enfrentan miles de hondureños, mientras –según dijo– desde el poder se intenta imponer una narrativa de progreso que no refleja la situación real.
“No hay medicinas, no hay hospitales, las escuelas están malas… y todavía nos quieren vender la idea de que vamos bien”, denunció durante su mensaje dominical, en el que también exigió el respeto a la Constitución y al proceso electoral que se avecina, advirtiendo que, de lo contrario, “estaríamos matando al país”.
Rodríguez Maradiaga expresó preocupación por la falta de atención a las señales de deterioro institucional y social: “Vemos tantos signos que nos están diciendo vamos mal, pero no los quieren ver. Ya hasta tienen la falta de vergüenza de decir que todo está bien, cuando el pueblo sufre”.
El cardenal también condenó el uso del término “fraude electoral”, que, según expresó, no debería formar parte del lenguaje político en Honduras: “Estamos llamados a la verdad, a la justicia, ese es el camino de Dios”.
Una Honduras que clama por justicia y compasión
El prelado abogó por una Honduras diferente, donde se respete la vida y se interiorice el mandamiento “no matarás”, en referencia tanto a los homicidios diarios como a las condiciones de vida que, según dijo, están asfixiando al país. “Peor aún es la masacre que se quiere hacer con Honduras”, reprochó.
A través de la parábola del buen samaritano, Rodríguez hizo un llamado a la acción y a la responsabilidad ciudadana: “Cuidado que nuestra Honduras no vaya a estar medio muerta y no tengamos el valor de actuar. No podemos ser pasivos y decir: que salgan como salgan. No, señor. Cada uno de nosotros es corresponsable”.
Criticó además la arrogancia del poder, contrastándola con la humildad necesaria para ejercer un liderazgo auténtico: “El que está subido en el caballo del poder, de la soberbia, el que se cree Dios, ese nunca será un buen samaritano. Nadie puede amar si no se despoja de su orgullo”.
Finalmente, lamentó la creciente “cultura de la muerte” que impera en el país, con asesinatos diarios y cuerpos arrojados en ríos dentro de sábanas o sacos, hechos que –aseguró– no deben normalizarse ni quedar en la indiferencia social.
“Ciertamente no vivimos en un país en el que haya muchos buenos samaritanos”, concluyó.