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miércoles, julio 16, 2025
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¿Dónde está la seguridad?: Un martes sangriento deja muertos y heridos en Honduras

TEGUCIGALPA, HONDURAS.

La violencia volvió a teñir de sangre el territorio hondureño este martes, dejando al menos cinco personas asesinadas y cinco heridas en distintos puntos del país, en una jornada que exhibe, una vez más, la profunda crisis de seguridad que azota a la nación.

Los hechos ocurrieron en varios departamentos, desde el norte hasta el sur, revelando un patrón de impunidad, brutalidad y abandono estatal. 

Pese a los constantes discursos oficiales sobre combate a la criminalidad, la población continúa siendo blanco fácil del crimen.

Uno de los casos más impactantes se registró en el municipio de Juticalpa, Olancho, donde fue asesinado a balazos un motociclista identificado como Nathanael Fernando Bográn.

Según versiones preliminares, Bográn habría sido miembro de las Fuerzas Armadas de Honduras, un detalle que alimenta aún más la incertidumbre: ni siquiera aquellos con formación militar escapan a la ola de violencia.

En Olanchito, Yoro, el joven Jairo Rodríguez, de apenas 25 años, fue perseguido por sujetos armados que finalmente lo acribillaron en plena vía pública. 

Su cuerpo quedó tendido en una calle de la colonia Ponce, sin que autoridades lograran capturar a los responsables.

En la capital, Tegucigalpa, otro crimen conmocionó a los vecinos del sector. 

Ángel Daniel Ochoa Reyes, un joven conductor de mototaxi de 22 años, fue asesinado junto a una mujer que lo acompañaba. 

Aunque ella aún no ha sido identificada, testigos relataron que falleció cuando era trasladada de emergencia a un hospital. Familiares del joven llegaron desesperados al lugar. “¿Por qué pasa esto en Honduras? ¿Dónde está la seguridad de este país?”, clamaba entre lágrimas su tía.

Más al sur, en Choluteca, una familia fue emboscada por sujetos armados mientras se desplazaba en una camioneta. 

Cuatro personas resultaron heridas, entre ellas dos mujeres y un hombre que respondió al ataque disparando contra uno de los sicarios. “¡Mató a mi hija! ¿No mira a mi hija cómo está?”, gritó el padre, desbordado por la impotencia y la rabia.

En San Pedro Sula, siete hombres disfrazados de médicos protagonizaron un intento de asalto a un autolote en el centro de la ciudad. 

El ataque dejó un guardia muerto y otro gravemente herido. Los agentes de seguridad repelieron el ataque, pero uno de los delincuentes también habría sido herido en el fuego cruzado.

Cada uno de estos hechos revela un rostro de un país que parece haber normalizado el horror. Las cifras del Observatorio de la Violencia de la UNAH confirman la tendencia: al menos siete personas son asesinadas a diario en Honduras. 

Sin embargo, más allá de las estadísticas, son familias las que quedan destrozadas, vidas truncadas y comunidades atrapadas en el miedo.

Mientras las autoridades siguen prometiendo estrategias y planes de seguridad, los criminales siguen actuando a plena luz del día, con total impunidad. 

Y la pregunta persiste, en cada escena del crimen, en cada grito de una madre o un padre desesperado: ¿Dónde está la seguridad en Honduras?

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