• El principal centro asistencial del país registra un aumento sostenido de menores embarazadas en los últimos meses de 2025, con casos cada vez más jóvenes y señales claras de abuso sexual que preocupan al personal médico.
TEGUCIGALPA, HONDURAS.
El embarazo adolescente volvió a escalar en Honduras y, en el Hospital Escuela, la situación dejó de ser una cifra aislada para convertirse en una alerta permanente.
En los pasillos de la unidad Materno Infantil, médicos y enfermeras observan con inquietud cómo, mes a mes, crece la atención a niñas y adolescentes embarazadas, muchas de ellas en condiciones de alto riesgo.
Durante el último trimestre de 2025, el incremento fue notorio. Para el personal de salud, el fenómeno no muestra señales de desaceleración y revela una realidad más profunda: fallas en la protección, la prevención y el acompañamiento temprano de la niñez.
Cada nuevo ingreso confirma que el problema empieza mucho antes de que las menores crucen la puerta del hospital, y que la respuesta no puede limitarse al ámbito clínico.
Un aumento que no cede
La ginecóloga obstetra Melissa Ordóñez describe el escenario con preocupación. A su juicio, lejos de disminuir, el embarazo adolescente ha registrado incrementos claros en los últimos meses.
Hasta agosto de 2025, la unidad atendía entre 140 y 170 adolescentes embarazadas al mes.
Sin embargo, desde octubre, esa cifra aumentó alrededor de un 30%, una variación que encendió las alertas en el sector salud.
El repunte no es uniforme. Las menores de 15 años concentran buena parte de las atenciones, lo que eleva de forma significativa los riesgos médicos.
Ordóñez explica que, a edades tan tempranas, el cuerpo aún no está preparado para un embarazo, por lo que estas pacientes requieren seguimiento especializado y son catalogadas como casos de alto riesgo.
Aunque la edad promedio ronda los 15 años, son los extremos —niñas cada vez más pequeñas— los que más inquietan al personal médico.
Cuando el embarazo evidencia abuso sexual
Entre los casos más delicados, el embarazo adolescente aparece como consecuencia directa de delitos sexuales.
El Hospital Escuela ha recibido niñas de 11 y 12 años embarazadas y, en esos escenarios, la especialista es contundente: en la mayoría de los casos se trata de abuso sexual.
La vulnerabilidad se incrementa cuando las menores crecen en entornos familiares desintegrados, sin figuras de protección constantes ni redes de confianza, lo que las expone con mayor facilidad a situaciones de violencia.
Denuncias que confirman la dimensión del problema
Los registros del Ministerio Público refuerzan lo que se observa a diario en los hospitales.
Hasta julio de 2025, la mitad de las denuncias por delitos sexuales correspondían a víctimas menores de edad.
En los últimos ocho años se contabilizan 33,600 víctimas de este tipo de delitos, y el 53% tenía entre 0 y 17 años.
Entre 2017 y junio de 2025, 17,829 niños y adolescentes —cinco de cada diez víctimas— figuran en los reportes oficiales.
Las cifras hospitalarias y las denuncias judiciales dibujan una misma urgencia: el embarazo adolescente no es solo un dato clínico, sino el reflejo de fallas profundas en la protección de la niñez.
Llamado a la prevención y al cuidado
Ante este escenario, el personal médico insiste en que la respuesta debe comenzar en casa y en la comunidad.
La ginecóloga Ordóñez recomienda a padres y familiares extremar el cuidado de las menores de edad y fortalecer la confianza.
“Recomendamos no dejarlas solas y darles la confianza de que puedan acercarse a los padres o al responsable. En muchos casos estas niñas no viven con sus papás, sino en familias desintegradas, y es ahí cuando están más expuestas a este tipo de abuso”, advirtió.
Escuchar a las niñas, acompañarlas y cerrar los espacios de impunidad ya no es una opción.
Para los médicos del Hospital Escuela, es una responsabilidad inmediata si se quiere frenar un problema que sigue creciendo en silencio.








