Por Martha Alegría Reichmann
Roma, Italia
¿Dónde está el dinero? Así gritaba el pueblo reclamando respuestas a situaciones sórdidas y oscuras del anterior gobierno. Recientemente pude ver con mis ojos curiosos pero realistas un legajo de documentos muy importantes —incluyendo documentos de Estado— con sellos, firmas, fechas y papel membretado, que prueban con precisión el verdadero manejo que se le dió a los famosos 30 millones de lempiras que el gobierno hondureño otorgó a la Iglesia Católica para los denominados «Proyectos Invisibles de la Iglesia Católica de Honduras» . Yo sabía que existían pero al verlos he quedado perpleja.
Con razón cuando se mencionan dichos documentos y se citan hechos verificados sobre el tema no agotado de los 30 millones, el cardenal Rodríguez Maradiaga pierde los estribos y hasta ha gritado descontrolado —como lo hizo ante el Sr. José Banegas, entrevistador hondureño que le preguntó sobre eso— y enseguida se le bajó el azúcar desestabilizándolo. Porque sabe que es él el verdadero artífice en este vergonzoso caso de corrupción, y porque no fue capaz de presentar ni una sola factura que evidenciara los gastos.
Existe una investigación de Confidencialhn que destapó el escándalo y sucesivamente otros medios denunciaron el hecho, pero ahora, algunos personas, incluyendo periodistas, tenemos en mano muchas más pruebas sobre el caso, las cuales dejan en claro la culpabilidad del «eminentísimo» cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga con la complicidad de su ex obispo auxiliar Juan José Pineda Fasquelle.
Este artículo es como un complemento del articulo elaborado por «Laicos de Honduras» publicado recientemente en Infovaticana y El Libertador, que probablemente se basaron en los mismos documentos que circulan porque los datos coinciden perfectamente. (Léalo ahora aquí para comprender mejor).
Se puede observar en uno de los documentos en el que el desafortunado ex obispo Pineda declara que el equipo técnico para manejar el fideicomiso son ellos dos: cardenal Rodríguez Maradiaga y el ex obispo Juan José Pineda. Los dos! Basta esto para entender que se trata de un procedimiento entre “cómplices necesarios”.
En el año 2013, con la firma de Maradiaga y Pineda Fasquelle la Arquidiócesis solicitó al ex presidente Porfirio Lobo en nombre de la Conferencia Episcopal de Honduras, el proyecto ”Fortalecimiento Institucional para Obras Sociales de la Iglesia Católica de Honduras“; este proyecto suponía la cantidad de 60 millones de lempiras para distintas acciones en beneficio de los pobres. Inicialmente se desembolsó la mitad de lo solicitado, los primeros 30 millones, y el expresidente Hernández no desembolsó la segunda parte por falta de rendimiento de cuentas de la primera entrega de fondos.
El dinero llegó a la cuenta de la arquidiócesis. Con el dinero se hizo un fideicomiso. Para sacar el dinero era necesaria la firma de los dos personajes del equipo. No se usó ni una fracción de lempiras para los pobres; ni una aspirina, ni un plato de comida, ni un cuaderno, por decir algo. Fueron solo los dos prelados quienes se aprovecharon del dinero en nombre de la Iglesia Católica ; y como por ley divina no hay nada oculto entre cielo y tierra, ahora se destapan las tumbas secretas y se descubren más pruebas y evidencias que desnudan el cinismo de personas ambiciosas sin escrúpulos que jamás debieron llegar a ser jerarcas de la Iglesia porque la deshonran y la denigran.
Los documentos muestran que todo se sustrajo, todo, hasta dejar la cuenta vacía.
Los miles de hondureños indignados por este penoso caso de corrupción donde están incluidos nuestros impuestos, exigimos que las instituciones y autoridades hondureñas que tienen la obligación de proceder por oficio ( MP, ATIC, CNA, UFERCO ) procedan a la recuperación del dinero malversado, o mejor dicho… robado.
Los miles de hondureños que gritábamos al gobierno de Hernández: Dónde está el dinero?, ahora gritamos a Rodríguez la misma famosa frase: Dónde está el dinero?
Es sumamente indignante pensar que un cardenal y un obispo hagan abuso de sus influencias para perpetrar actos de este tipo donde no solamente se olvidaron de los pobres de Dios sino que se burlaron de ellos y se burlaron de nosotros los ciudadanos contribuyentes.
Además, es indignante escuchar al señor cardenal en sus homilías condenando la corrupción de otros, ocultando así la suya; esto sin tener dignidad, ni honor, ni vergüenza. Con él se cumple aquel dicho muy popular en Honduras «el burro hablando de orejas». Su naturaleza es para la ambigüedad y la farsa pues habla de los pecados ajenos y de la inmoralidad de terceras personas teniendo su boca contaminada, porque él es corrupto y es inmoral a todas luces; tanto así, que hasta los mismos lectores católicos del periódico Fides, escriben comentarios muy fuertes y condenatorios hacia él.
Todas las cosas que he denunciado con pruebas en múltiples artículos han dejado al cardenal mudo e impotente, sin poder defenderse ni siquiera con mentiras como lo hacía antes, o distrayendo la atención sobre los demás, típica técnica de protección, como ha sido su costumbre.
A estas alturas ya todos sabemos quién es este cardenal Rodríguez Maradiaga. Unos tienen miedo, otros son cómplices, otros son serviles y otros fingen que no saben nada. Unos son prudentes, otros se lo dejan todo a Dios y muchos se sienten impotentes. Unos denunciamos, otros son hipócritas que se creen muy católicos mientras le dan la espalda al Cristo crucificado aceptando este tipo de actos dentro de su misma Iglesia.
Yo no soy la figura mitológica Casandra que se apoyó en Apolo para dirigir sus discursos. Yo me apoyo en el único Dios verdadero que nos puso las leyes bien claras para ser practicadas y no sólo para que estén escritas en la Biblia. Los que todavía persisten en apoyar a este cardenal no son más que personas psicológicamente débiles porque solamente una persona sin capacidad crítica y sin capacidad de discernimiento, puede estar de acuerdo con un ser que le hace tanto mal a los pobres de su país y a su propia Iglesia. Ningún buen católico —protestante, judío o lo que sea— puede estar de acuerdo con quien usó de excusa a los más necesitados y las vestimentas religiosas para enriquecer sus cuentas personales. Eso llena de fango a la Iglesia.
La última encuesta de CID Gallup publicada recientemente refleja que Honduras es el país en América Latina que más católicos ha perdido, con un 47% de protestantes; dicho de otra manera: es el país con más evangélicos en América Latina. La picada de estos datos en caída precipitada coinciden con los 30 años como arzobispo de Tegucigalpa. No hay que ser experto en estadística para entenderlo. Por sus hechos los conoceréis nos dice el Evangelio de Jesús.
Con su pésimo ejemplo y su mal proceder, no cabe duda que este personaje a quien se le llama «eminencia» y también «cardemal», ha llevado a la Iglesia hondureña al declive y es el principal responsable del éxodo de católicos.
Es penoso y verdaderamente triste todo esto pero es la realidad: les guste o no les guste y le duela a quien le duela. El que tenga oídos que oiga, y el que tenga ojos que vea.