La presidenciable de Libre promete la llegada de la CICIH apelando a la fe, mientras reconoce que el sistema judicial apenas procesa el 1 % de los casos de corrupción. Su discurso, entre consignas ideológicas y críticas a la empresa privada, evade las respuestas concretas que exige la ciudadanía.
TEGUCIGALPA, HONDURAS.
La candidata presidencial del Partido Libertad y Refundación (Libre), Rixi Moncada, volvió a escena este sábado con un discurso cargado de consignas ideológicas, promesas sin fecha y apelaciones a la fe.
Desde la sede de Libre en la capital hondureña, y tras reunirse con líderes juveniles del partido, Moncada abordó temas clave como la instalación de la Comisión Internacional Contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (CICIH), la relación con la empresa privada, y la impunidad que campea en el país.
“Hay que tener fe que se puede instalar esa comisión si se cumple con ciertos requisitos que están exigiendo desde el Congreso Nacional”, declaró Moncada ante la prensa, en alusión al proceso estancado para que la CICIH llegue al país bajo el acompañamiento de la ONU.
El mensaje, sin embargo, parece más un acto de resignación que una hoja de ruta. A pesar de recordar que la extinta MACCIH fue instalada sin condiciones tan rígidas, no ofreció claridad sobre qué pasos concretos está tomando su partido —que ostenta el poder ejecutivo— para romper el estancamiento político que impide su implementación.
CICIH: promesa prolongada, resultados ausentes
Desde el primer día del gobierno de Xiomara Castro, Libre ha prometido traer una comisión internacional para combatir la corrupción.
Tres años después, esa promesa sigue sin materializarse. Mientras tanto, Moncada reconoce una verdad alarmante: solo el 1 % de los casos de corrupción en el país llegan a juicio.
A pesar de este dato, no se evidenció autocrítica ni responsabilidad directa en su discurso. La fe, en lugar de un plan de acción, fue el eje de su narrativa.
Iglesias, polarización y “constructores de noticias falsas”
En respuesta a cuestionamientos sobre su relación con sectores religiosos, Moncada se presentó como “una mujer de fe” y rechazó estar en confrontación con la Iglesia.
Acusó a ciertos actores de construir noticias falsas para enfrentarla con líderes católicos y evangélicos, lo que, según ella, responde a una estrategia de quienes “no tienen argumentos frente a la verdad pregonada desde la izquierda”.
El señalamiento, sin pruebas, refuerza la narrativa de victimización usada por varios voceros de Libre, que ante las críticas públicas prefieren recurrir a teorías conspirativas en lugar de transparencia o diálogo.
Empresa privada: el blanco favorito
Moncada también arremetió contra sectores de la empresa privada, acusándolos de mantener monopolios, acaparamiento y evasión fiscal.
Dijo desear una “relación constructiva”, pero bajo un modelo que descarte “créditos al 40 % para el pueblo y al 12 % para los grandes empresarios”.
Aunque reconoce que ocho de cada diez empleos provienen del sector informal, su propuesta sigue siendo difusa: eliminar privilegios a los grandes empresarios, pero sin detallar reformas estructurales ni incentivos reales para la micro y pequeña empresa.
Refundación o consigna vacía
Moncada finalizó planteando su visión de un país donde se profundice “la refundación en revolución”, con más oportunidades para que las familias se queden en sus aldeas y caseríos.
Planteó que se debe democratizar la economía, recordando que un pequeño grupo controla el 80 % del PIB.
Pero las cifras y la retórica no son suficientes, la falta de políticas públicas efectivas, el desmantelamiento parcial de la institucionalidad y el letargo en la justicia hacen que esa refundación parezca, hasta ahora, más una consigna partidaria que un proyecto real de país.