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viernes, junio 6, 2025
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Femicidios en Honduras: una tragedia que se ha vuelto rutina ante la indiferencia del Estado

  • Directora del Observatorio de la Violencia lanza fuerte advertencia por el aumento de muertes violentas de mujeres en 2025

TEGUCIGALPA, HONDURAS.

Mientras los números se suman en las estadísticas y los casos apenas logran un espacio fugaz en los titulares, el país asiste, casi en silencio, a una tragedia normalizada: el asesinato sistemático de mujeres.

La directora del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Migdonia Ayestas, no se anduvo con rodeos al denunciar el alarmante incremento de femicidios y la completa ausencia de políticas preventivas por parte del Estado.

“Estamos ante formas crueles, inhumanas, degradantes y con múltiples agresiones en los femicidios. Seguimos siendo un país altamente violento para las mujeres. No han pasado ni seis meses del año y ya se contabilizan 105 muertes violentas de mujeres”, expresó Ayestas, visiblemente preocupada por la tendencia al alza.

Una espiral de violencia sin freno

Las cifras hablan por sí solas: en 2023 se registraron 411 muertes violentas de mujeres; en 2024, 237. Sin embargo, en 2025, todo apunta a que esas cifras quedarán superadas, a pesar de que aún no transcurre medio año. La experta es clara: no se están tomando medidas reales, y lo peor es que la sociedad parece haber aceptado esta violencia como parte de su cotidianidad.

“Nos hemos acostumbrado a esta tragedia; se ha naturalizado”, lamentó Ayestas.

Pero detrás de cada cifra hay un drama humano, muchas veces silenciado. Casos aberrantes ilustran la descomposición social que atraviesa Honduras: nietos que violan y asesinan a sus abuelas, bebés asesinadas, y un rango etario particularmente afectado: niñas y mujeres entre los 15 y 29 años, víctimas de violaciones, embarazos forzados, y finalmente, de la muerte.

“Ese rango es el más propenso. Muchas víctimas no denuncian; lo hacen solo cuando ya están gravemente heridas”, explicó.

Violencia en todas sus formas

Ayestas también insistió en que la violencia de género no comienza con un golpe, sino con una palabra, una humillación, un control emocional. “Empieza con algo que no te gusta y termina con una lesión o un machetazo en zonas rurales, o balazos en zonas urbanas. Y finalmente, la muerte. Eso es lo que estamos viendo”, afirmó.

Además, criticó con dureza el discurso del “arrepentimiento” que algunos femicidas ensayan tras cometer sus crímenes:

“Cuando matan a la mujer, se quieren suicidar. Pero no es arrepentimiento, es cobardía. Lo que no quieren es asumir la responsabilidad ni ante sus hijos, ni ante la justicia. No quieren ir presos 25 años”, sentenció.

El Estado ausente y el mensaje devastador

El panorama que pinta Ayestas es desolador, pero su mayor preocupación es que el Estado sigue sin actuar con la urgencia que la situación amerita. La ausencia de una política de seguridad integral con enfoque de género solo contribuye a perpetuar la impunidad.

“Los hombres siguen viendo a las mujeres como objetos. Si no las tienen, las matan. Esa dominación se expresa en el hogar, en la calle, en el trabajo”, subrayó, al tiempo que llamó a impulsar nuevas masculinidades, respeto mutuo y procesos educativos que rompan el ciclo de violencia desde la niñez.

“Los niños aprenden lo que ven. Y si ven violencia, la repetirán. El ciclo debe romperse, y eso comienza con educación, prevención y justicia efectiva.”

Finalmente, la advertencia de Ayestas fue clara, directa y dolorosa: “Si el Estado no actúa con contundencia, el mensaje que se transmite es devastador: ‘Mate a más mujeres, porque el Estado no castiga’. Eso es lo que hay que erradicar”, concluyó.

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