Redondo le da “permiso” para aclarar su situación, pero la diputada se oculta del Congreso, de los medios y del país mientras crecen las dudas sobre su papel en el uso de fondos públicos
TEGUCIGALPA, HONDURAS.
A más de una semana de que estallara el escándalo por el uso presuntamente irregular de fondos públicos provenientes de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), la diputada del Partido Libre, Isis Cuéllar, sigue en completo silencio.
Ni conferencias, ni entrevistas, ni declaraciones oficiales. Nada. Y ese mutismo, en el contexto actual, se ha convertido en una declaración política.
Este martes, el presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, confirmó que ha concedido un permiso a Cuéllar para que “pueda aclarar su situación” ante los entes fiscalizadores del Estado.
Sin embargo, el otorgamiento de este permiso no va acompañado de transparencia, ni de explicaciones públicas.
La diputada —una de las figuras más influyentes del Congreso— permanece ausente, mientras su imagen queda atada al video que la muestra junto al exministro de Sedesol, José Carlos Cardona, discutiendo la entrega de cheques que habrían sido utilizados para actividades proselitistas del oficialismo en Copán.
Isis Cuéllar no es una figura menor dentro del engranaje político de Libre ni del Congreso Nacional. Ostenta múltiples cargos de peso: vicepresidenta del Legislativo, presidenta de la Comisión de Defensa y Soberanía, vicepresidenta de Relaciones Internacionales, y subjefa de bancada de su partido.
Su influencia y cercanía con el círculo más íntimo del poder hacen que su silencio resulte aún más incómodo para su partido y para un Congreso ya desgastado por la desconfianza ciudadana.
Desde diversos sectores —incluso dentro del propio Libre— se ha exigido su renuncia o al menos una explicación pública.
Diputados como Rasel Tomé y Mauricio Rivera han marcado distancia y exigido su separación del cargo como un acto mínimo de responsabilidad ética.
Pero Cuéllar, aferrada a su silencio y a su curul, desafía tanto a sus críticos como a la institucionalidad.
Mientras tanto, el oficialismo guarda una ambigua prudencia que se asemeja a la complicidad, y el Congreso Nacional continúa sin sesiones legislativas, sin rendición de cuentas y, ahora también, sin la vicepresidenta que enfrenta uno de los mayores escándalos políticos del año.
¿Es el silencio una estrategia de defensa o una confirmación tácita? Lo cierto es que el mutismo de Cuéllar empieza a costarle caro al Partido Libre, cuya promesa de combatir la corrupción se enfrenta a su prueba más difícil hasta ahora.