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miércoles, junio 25, 2025
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Los mártires de Los Horcones: Iglesia Católica honra 50 años de sangre derramada por el Evangelio

TEGUCIGALPA, HONDURAS.

A medio siglo de uno de los crímenes más atroces contra la Iglesia Católica en Honduras, la Conferencia Episcopal conmemoró este miércoles a los 14 mártires de la masacre de Los Horcones, ocurrida en 1975 en el departamento de Olancho.

En un comunicado dirigido a la feligresía católica, especialmente al pueblo olanchano, al clero de la Diócesis de Juticalpa y a las familias de las víctimas, los obispos expresaron su consuelo, fortaleza y solidaridad ante lo que calificaron como un hecho “tan lamentable para el pueblo de Honduras y, en general, para la humanidad”.

“La sangre que derramaron nuestros hermanos se ha convertido en semilla de vida y esperanza”, expresaron los obispos, citando el Evangelio de San Juan (12, 24): “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero, si muere, da mucho fruto.”

Entre los asesinados figuran el misionero estadounidense Fray Casimiro Cypher, el sacerdote colombiano Iván Betancourt, y doce laicos comprometidos con las causas sociales y campesinas, ejecutados extrajudicialmente por militares y terratenientes en la hacienda Los Horcones, propiedad del ganadero José Manuel Zelaya Ordoñez.

La Iglesia recordó que estas muertes no fueron en vano. Por el contrario, “el testimonio de vida de quienes murieron en condiciones inhumanas” dio fuerza a la Diócesis de Juticalpa, que hoy continúa siendo ejemplo de perseverancia cristiana, solidaridad y trabajo misionero en una región marcada por la exclusión.

“El rostro sufriente de Jesucristo se reflejó en nuestros hermanos, hasta morir; pero, vive Resucitado”, dice el documento firmado por la Conferencia Episcopal de Honduras.

Semilla de fe y justicia

La conmemoración de los 50 años de Los Horcones no solo evoca el horror del pasado, sino también el legado de compromiso cristiano con la justicia y la dignidad humana. La Iglesia reafirmó su papel profético y su acompañamiento a las comunidades rurales, a menudo marginadas y criminalizadas.

“Su sangre no clama venganza, sino memoria. Su sacrificio no fue inútil: sembró conciencia, movilizó fe y transformó comunidades”, afirman desde la jerarquía eclesiástica.

Este aniversario marca una oportunidad para reflexionar sobre la historia reciente del país, pero también para recordar que el mensaje del Evangelio no puede separarse de la defensa de la vida y la justicia social.

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