La presidenta centra su discurso en el pasado mientras el país enfrenta incertidumbre electoral
TEGUCIGALPA, HONDURAS.
La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, visitó este jueves el departamento de Cortés, donde inauguró una cancha multiusos en Chamelecón y supervisó la construcción de un puente en Cofradía, ambas obras de infraestructura local.
En medio de actos protocolarios sencillos, la mandataria aprovechó los micrófonos para repetir un libreto ya conocido: los 12 años y siete meses de gobiernos nacionalistas, el golpe de Estado de 2009, los fraudes de 2013 y 2017, y su promesa de transformar el país bajo la bandera de un proceso electoral “libre y transparente”.
“Este puente fue olvidado desde el tiempo de los huracanes ETA e IOTA y hoy lo hemos reconstruido”, expresó Castro al referirse a la obra en Cofradía. “Demostramos que los impuestos que el pueblo paga están invertidos en obras tangibles”, añadió.
Sin embargo, más allá de la supervisión de la infraestructura, el discurso presidencial giró nuevamente hacia la exaltación de su partido, su esposo y asesor político Manuel Zelaya, y las heridas aún abiertas del pasado.
“No ha habido una sola persona que no me haya dicho ‘salúdeme al comandante’”, afirmó, aludiendo al coordinador general de Libre, a quien definió como el hombre que “logró quitarnos la venda de los ojos”.
Como ya es habitual en sus presentaciones públicas, la presidenta volvió a cargar contra la gestión del Partido Nacional durante el periodo 2010–2022: “Olvido, persecución y apropiación de las instituciones del Estado” fueron algunos de los señalamientos, al tiempo que insistió en que no se puede “dar vuelta a la página” respecto al golpe de Estado de 2009. “Esa fue la desgracia más grande que hubo en Honduras”, dijo.
Crisis electoral en el trasfondo
Las declaraciones de Castro ocurren en un momento clave, cuando el país atraviesa una crisis institucional en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y a solo cuatro meses de las elecciones generales del 30 de noviembre.
Pese a los cuestionamientos al proceso y las dudas sobre la transparencia del mismo, la mandataria aseguró que los comicios se realizarán en tiempo y forma.
“Quiero hacer un llamado a los políticos, que lo que el pueblo quiere es paz y certeza”, expresó.
También reiteró que como presidenta y comandante general de las Fuerzas Armadas, su obligación es garantizar un proceso democrático.
Pero el mensaje contrasta con la realidad: un órgano electoral frágil, sin consensos claros en el Congreso Nacional, con nombramientos pendientes y con sectores que denuncian presiones políticas desde el oficialismo.
¿Obras o campaña anticipada?
Aunque el viaje de Castro fue presentado como una jornada de trabajo e inauguraciones, para muchos analistas no pasó desapercibido el tono electoral de sus declaraciones, ni la insistente mención al liderazgo de Zelaya Rosales.
El Partido Libre ya se encuentra en una etapa temprana de movilización política y parece preparar el terreno para enfrentar un proceso electoral que, según la misma presidenta, podría estar bajo amenaza de fraude.
El uso de recursos públicos y eventos oficiales como plataforma de campaña encubierta ha sido práctica común en gobiernos anteriores.
Castro prometió romper con esas viejas formas. Pero cada vez que el pasado es usado como excusa, y el presente se limita a promesas no cumplidas, la diferencia entre “refundación” y “continuismo” se vuelve más difícil de identificar.