- En un mensaje plagado de ataques reciclados, excusas y acusaciones sin rumbo, el titular del Legislativo mostró la fragilidad del oficialismo y su incapacidad para responder a las demandas reales del país.
TEGUCIGALPA, HONDURAS.
La cadena nacional ofrecida anoche por el presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, no solo generó rechazo inmediato, para amplios sectores del país fue una vergüenza nacional, un acto desesperado y un espectáculo político fuera de lugar, especialmente a pocos días de las elecciones del 30 de noviembre.
Durante más de 20 minutos, Redondo se dedicó a negar cualquier vínculo entre el partido Libertad y Refundación (Libre) y el narcotráfico, centrando su discurso en casos viejos, juicios cerrados y personas que actualmente guardan prisión.
Un recurso ampliamente interpretado como un intento de fabricar enemigos y atacar al Partido Nacional y al Partido Liberal, en lugar de abordar los problemas urgentes que enfrenta Honduras.
“Me veo en la obligación de responder a las declaraciones reiteradas y totalmente irresponsables del candidato del Partido Liberal y de algunos miembros del Partido Nacional que han aseverado una supuesta relación con el cartel Los Soles”, señaló Redondo, insistiendo en que las acusaciones en contra de Libre forman parte de un “patrón continuado de violencia política” y buscan dañar la imagen del oficialismo.
Sin embargo, su mensaje —construido sobre repeticiones, acusaciones e invocaciones a casos ya cerrados— fue calificado por analistas y ciudadanos como un show político asqueroso, un intento burdo de victimizarse y distraer al país.
Un Congreso paralizado y un liderazgo cuestionado
Más allá del contenido, lo que generó profunda indignación es la postura de Redondo: un funcionario que, según sus críticos, nunca logró conciliar, mantuvo un Congreso paralizado a conveniencia, bloqueó decisiones claves del pleno y gobernó con un círculo reducido que no representa a la ciudadanía ni responde al espíritu del sistema representativo.
Para estos sectores, la cadena no fue más que una extensión de su estilo de conducción: “manotadas de ahogado” transmitidas en cadena nacional, mientras los verdaderos problemas del país quedan sin respuesta.
Reacciones inmediatas: críticas y repudio
Las reacciones no tardaron en llegar.
La diputada y candidata a designada presidencial del movimiento de Nasry Asfura, María Antonieta Mejía, fue tajante: “Parecía más un fanboy desesperado Luis Redondo que el presidente ilegal del Congreso… La derrota los tiene tan nerviosos que ya andan usando cada recurso del Estado como si fuera una piñata electoral”.
Por su parte, el candidato liberal Rashid Mejía lanzó un mensaje directo: “Solo te voy a decir una cosa, Luis Redondo: das asco… Vas a ir preso”.
Ambos reflejan un sentir generalizado en redes sociales, donde la cadena fue vista como “ridícula”, “innecesaria” y “un monumento a la propaganda oficial”.
Un país que exige soluciones, no espectáculos
Mientras Redondo intentaba desmontar señalamientos contra Libre y atacar a sus adversarios, el país sigue atrapado en problemas profundos: crisis económica, instituciones paralizadas, un sistema electoral cuestionado y una ciudadanía que exige garantías de elecciones limpias y transparentes.
En este contexto, la cadena nacional se percibió como un espectáculo penoso, un acto teatral impropio de un presidente del Congreso y una muestra de desconexión con la realidad hondureña.
El episodio también refuerza —según voces críticas— la percepción de que Redondo opera bajo intereses particulares y no bajo las prioridades del país. Para algunos sectores, su actuación responde a una lógica simple y triste: “Por la plata baila el mono”.
En Conclusión…
El país no necesita cadenas para reciclar culpas, ni líderes que se victimicen en horario oficial. Honduras exige seriedad, institucionalidad y soluciones reales, no espectáculos de campaña disfrazados de comunicación de Estado.
La cadena de Redondo no resolvió nada. Por el contrario: dejó claro el nivel de crisis, improvisación y nerviosismo dentro del oficialismo, en un momento en que el país necesita certezas, no monólogos desesperados.










