TEGUCIGALPA, HONDURAS.
A pesar de que la violencia ya forma parte del paisaje cotidiano en Honduras, el país podría enfrentar una peligrosa escalada en los próximos meses, advirtió este lunes el analista político Filadelfo Martínez, durante su participación en un foro televisivo.
Martínez sostuvo que la violencia ha dejado de sorprender a la sociedad hondureña, convirtiéndose en un fenómeno instalado, normalizado, pero no por ello menos grave.
“La gente ya aprendió a convivir con el miedo, pero eso no significa que vivamos en paz. Nadie se siente seguro, especialmente al caer la noche, y basta caminar por Comayagüela para comprobarlo”, sentenció.
Aunque las autoridades de la Secretaría de Seguridad aseguran que las cifras oficiales de homicidios han disminuido, la percepción ciudadana es otra. La sensación de inseguridad sigue dominando el ambiente, una disonancia que pone en entredicho la eficacia de las políticas de seguridad pública.
Pero el escenario se vuelve aún más preocupante al considerar el proceso electoral en marcha. Martínez advirtió que esta violencia “instalada” podría contaminar las elecciones generales del próximo 30 de noviembre, en las que más de seis millones de hondureños están convocados a elegir un nuevo presidente, 298 alcaldes y renovar completamente el Congreso Nacional.
Recordó con inquietud los hechos del 9 de marzo, cuando se captaron imágenes de maletas electorales siendo transportadas en buses “rapiditos”, un episodio que dejó más preguntas que respuestas.
“Después de ver eso, uno no puede evitar preguntarse: ¿con qué sorpresa van a salir el día de las elecciones?”, cuestionó el analista.
En cuanto a los aspirantes presidenciales, Martínez fue tajante: “Ninguno de los tres candidatos con posibilidades reales de triunfo ofrece una visión esperanzadora para el país”.
Sin embargo, expresó su confianza en la madurez del votante hondureño, quien –dijo– aún guarda el poder de decidir el rumbo de la nación.
La advertencia de Martínez pone sobre la mesa una realidad que no puede ser ignorada: Honduras no solo enfrenta un proceso electoral complejo, sino que lo hace en un entorno cargado de inseguridad, desconfianza institucional y fatiga social.
La democracia, en estas condiciones, corre el riesgo de ser secuestrada por la violencia y la indiferencia.